miércoles, 4 de junio de 2008

LA FUENTE DE LA VIDA

La fuente de la vida (The fountain, 2005) sufrió los más variados contratiempos, antes de ver la luz, rematados por el abandono de la productora que se iba a hacer cargo del proyecto. El mismo director, el inclasificable Darren Aronofski (Pi, fe en el caos, Pi, 1998; Réquiem por un sueño, Requiem for a dream, 2000), se vio obligado a rodar la película como producción independiente después de todo este cúmulo de avatares, cambiando todo el equipo, los actores (inicialmente iban a protagonizar el insoportable Brad Pitt y Cate Blanchett), los escenarios de rodaje, etc. No sabemos cómo hubiera quedado la primera producción -según palabras de Aronofski, el equipo inicial era de una enorme eficacia-, sólo podemos contemplar el resultado de su decisión personal de abordarla, y sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que se trata de una película fascinante en cuanto a sus imágenes, el trabajo de sus actores (inolvidables Hugh Jackman y Rachel Weisz) y el argumento, algo así como la búsqueda de la fuente de la vida por parte de un hombre (Jackman) que se resiste a que la muerte le prive de la mujer que ama (Weisz). La búsqueda es tan intensa y desesperada, que Jackman busca, o parece buscar, esa solución imposible a lo largo de tres épocas y tres espacios bien definidos: la España y la Nueva España del siglo XVI, nuestra época y Canadá (donde finalmente se rodó la película) y un futuro incierto, en una nave con forma de esfera transparente, cerca de una estrella moribunda llamada Xibalba, que contiene a un Jackman rapado y con pinta de buda (algo más fibrado, claro jajaja) y un árbol moribundo. Un argumento tan aparentemente poco plasmable en imágenes alcanza sin embargo una excitante, y personalísima, puesta en escena, con una conclusión que sólo me atrevo a aventurar: la eternidad del amor parece oponerse a la fugacidad de la vida, pero sólo en apariencia, pues eternidad y fugacidad acaban siendo una misma cosa. Resaltar la banda sonora de Clint Mansell, cíclica y minimalista, adaptándose perfectamente a la cualidad intemporal del film.
En fin, no una película fácil, tampoco una película al uso. Más bien, una película para pensar y reflexionar, dotada de distintos niveles, y sobre todo, poseedora de un halo romántico irresistible.