jueves, 7 de mayo de 2009

GRITO DE PIEDRA

"Grito de piedra" (Cerro Torre: schrei aus stein, Werner Herzog, 1991) significó en su día algo nuevo para unos pocos, los fans de la montaña, la escalada, el alpinismo, etc., por el tratamiento en verdad serio que se le confiere al tema, y, para otros, en cambio, los que hasta entonces habían seguido la filmografía del alemán Werner Herzog, autor de aquellos delirios de todo orden (visuales, argumentales, actorales, etc.), generalmente con el actor Klaus Kinski dentro, supuso una relativa decepción este enfrentamiento hombre-naturaleza, bastante fiel, sin embargo, a lo que el director venía proponiendo hasta entonces. Veamos los posibles porqués.

En primer lugar, Herzog maneja aquí un reparto de "stars" internacionales que, por lo general, se esfuerzan bien poco. Brad Dourif sustituye con convicción a Klaus Kinski en su habitual personaje de chiflado visionario, pero su papel, aunque importante, es claramente secundario en favor de gente como Mathilda May, Donald Sutherland o el poco después malogrado Vittorio Mezzogiorno, y cuyos roles son, para colmo, inconsistentes o insípidos, cuando no absurdos (el caso más notorio es el de la aerostática Mathilda May -aviso: aquí sale a menudo vestida-).

La trama tampoco resulta muy atrayente: el típico triángulo amoroso, del que se derivará una pugna, con cumbre patagona de por medio, entre dos maneras de entender la escalada bien diferentes, la digamos puramente artesanal y la abiertamente deportiva.

No obstante, hay algo que destaca y hasta sobresale (nunca mejor dicho) por encima de todo lo demás, es esa magnífica cima conocida como Cerro Torre, de aristas imposibles y copete de hielo característico, que, por cierto, después de esta experiencia fílmica perdería (ah, el cambio climático quizá). Además, poseedora de su leyenda, con alguna semejanza a la del famoso Everest y esos supuestos primeros escaladores, Mallory e Irvine, que murieron en el empeño sin dejar pruebas de su tal vez conseguido éxito.
Herzog emplea todo su talento en explorar a fondo la inmensa maravilla que se desprende del susodicho accidente geólogico, y consigue hacernos soñar.

Una película que muestra una naturaleza, aparte de fastuosa, impasible y ajena a nuestros pequeños asuntos; desbordante visualmente, como todas las películas de Herzog, con algún titubeo entre una ficción sólo esbozada, y hasta chapucera, y un tono documental que se haría predominante en el posterior cine del director (que incluye títulos tan fascinantes como Grizzly man, 2005, o la muy extraña The Wild Blue Yonder, 2005, donde, por cierto, y aunque sea prolongar demasiado el paréntesis, jajaja, sale Brad Dourif... ¡de extraterrestre con coleta!). Y con un final de los que dejan estupefacto (sin exagerar).

Y, por si fueran pocos los detalles curiosos, mencionar que Chavela Vargas interpreta aquí a una india admonitoria, y la mismísima Mae West tiene una contundente intervención en formato fotográfico.