miércoles, 17 de diciembre de 2008

ZOMBIS A LO GRAU

El director barcelonés Jorge Grau propuso durante los años 70 una serie de filmes caracterizados o bien por su escueta calidad (léase La trastienda, 1975, que originó el fenómeno Cantudo, María José; o El secreto inconfensable de un chico bien, 1976, contando de nuevo con la presencia del sobredicho fenómeno) o bien por todo lo contrario, es el caso de Ceremonia sangrienta, 1972, insólito acercamiento no tanto al mito como al ser humano conocido como Condesa Bàthory (interpretando, por cierto, la hoy cerúlea Lucía Bosé, en este film algo más carmesí jajaja), o No profanar el sueño de los muertos (1974), que me he propuesto comentar a continuación.

Tras haber puesto de moda George A. Romero el tema de los zombis glotones en su canónico "La noche de los muertos vivientes" (The night of the living dead, 1968), rodada con unos centavos, en blanco y negro, película granulada, actores no profesionales, mucho tomate y desecho de pollería, y, sobre todo, un sexto sentido para el horror, viene Grau y se pone, en principio, a plagiar el clásico de Romero con bastante más presupuesto, coproducción italo-española, y actores internacionales (el espigado italo-británico Ray Lovelock, nuestra Cristina Galbó, aquí convertida en reina del grito y ganadora de un premio de interpretación en Sitges y todo, o Arthur Kennedy, vieja gloria secundaria americana venida a menos, aunque siempre eficiente, hallésele en el embolado que se le halle). Lo que ocurre es que dicha producción, por algún milagro sin duda residente en la mente de Grau, consigue no sólo elevarse por encima de su condición de "segunda entrega camuflada", sino que en algunos aspectos está tan conseguida y cuidada, que es de suponer que el propio demiurgo de la macro-serie, Romero, plagiase a Grau en sus posteriores "Zombi" (Dawn of the dead, 1978) y "El día de los muertos" (The Day of the Dead, 1985).


Lo peor, quizá, algunos rasgos de guión tirando a ingenuos: conflictos generacionales entre el policía carca (Arthur Kennedy) y el héroe hippy (Ray Lovelock), que se saldan con la muerte del segundo a manos del primero, y posteriormente con la muerte/desmembramiento del primero a manos de un zombificado segundo, jajaja, qué lío... o la explicación más bien ecologista que se le da a la resurrección de lo muertos: a causa de un experimento antiplagas desarrollado por el Departamento de Agricultura inglés, que emplea ultrasonidos para alterar sistemas nerviosos primarios como los de insectos y similares, provocando que se devoren unos a otros, y que el héroe melenudo setentero Lovelock intentará detener sin éxito...o el comienzo y algo del final, muy similares a los del film de Romero repetidamente mentado.


Los elementos positivos, es decir, la fotografía rica en tonalidades lúgubres, debida a Francisco Sempere, los asombrosos efectos especiales de Luciano Byrd y Gianetto de Rossi (nada que ver con las gallinejas de Romero jajaja), los golpes de efecto absolutamente cortantes de respiración y hasta de latido, la cinética de los zombis, pavorosa en su realismo, las escenas en el cementerio y en el hospital, repletas de aciertos claustrofóbicos, y sobre todo, la fuerza narrativa que consigue imprimir el director a su cinta, convierten "No profanar..." en uno de los filmes más logrados del subgénero zombi y de la paupérrima cinematografía terrorífica española (dominada por aquel entonces por pelis entrañables pero casposonas debidas a Jacinto Molina/Paul Naschy, Amando de Ossorio, Carlos Aured, etc.).


Como apunte divertido, se la conoce también con los títulos de "No abras la ventana" o "Desayuno en la Morgue de Manchester".