viernes, 24 de agosto de 2007

VAMPIROS DE QUALITÉ

Hay en "El ansia" (The hunger, Tony Scott, 1983) una historia de vampiros prometedora (basada en una novela de Whitley Strieber), unas buenas interpretaciones, en algún caso soberbias (el de la casi siempre minusvalorada Catherine Deneuve), una fotografía que deslumbra (literalmente), efectos especiales y ópticos de un genio llamado Dick Smith, y lo que es peor, un clima de videoclip/spot publicitario que destroza en buena parte el conjunto. No obstante, esta película merece destacarse no sólo por haberse convertido en cult-movie de la cultura neogótica (Bauhaus canta al principio "Bela Lugosi is dead"), sino, entre otros variados aspectos, por el clima de melancolía que asocia a la vida eterna: los seres vampíricos que pululan por la pantalla tienen un mucho de hastío y grisura, buscan desesperados una huida a su tremenda soledad, sin conseguir éxito pleno en sus búsquedas. Miriam, la vampira-reina (Catherine Deneuve), a lo largo de su dilatada existencia, se ha procurado acompañantes-amantes que por alguna razón que no queda clara, no le duran en el tiempo. Por su parte, aquéllos están condenados a morir sin hacerlo del todo: "en la tierra, en la madera putrefacta, en la oscuridad eterna veremos, oiremos y sentiremos" le dice una tristísima Miriam a uno de sus amantes deteriorados (David Bowie, en la que probablemente sea su mejor prestación para el cine). Hay también una obsesión necrofílica en el film que bebe de obras como "La Atlántida" de Pierre Benoit, donde la Reina Antinea coleccionaba a sus amantes muertos, o "Ella" de H. Ridder Haggard, en la que otra mujer inmortal, Ayesha, mantenía incorrupto el cadáver de su amado Calícrates a la espera de su reencarnación. Así, Miriam también colecciona a sus amantes muertos-no muertos en el ático de su espléndida mansión de Manhattan, un lugar singularmente hermoso, lleno de palomas, de bellísimos cortinajes y aires dorados, ambientado siempre por una música semi-religiosa, que sin embargo encierra la tragedia de la condena de sus habitantes a una vida eterna dentro de una ataúd. Los vampiros de Tony Scott no cumplen todas las leyes habituales en estos casos: se pasean a la luz del día, carecen de colmillos, son bellos y estilizados (amantes de los "flous", los velos, la ropa new-wave: todo esto cuando no sufren de caducidad, claro), se reflejan en espejos, etc. Miriam, sin embargo, posee poderes especiales: capaz de hipnotizar, telépata, dotada de una fuerza sobrehumana y de un salvajismo animal en sus ataques. En el libro de Strieber se dice que el origen de Miriam radica en otra especie distinta de la humana; sin embargo, aquí se aventura su vampirización en la ilustración de uno de sus recuerdos (la primera vez que Sarah-Susan Sarandon sacia su ansia -en su infeliz marido-, Miriam recuerda su propio estreno en una época remota -el antiguo Egipto- al son del tintineo de los cristales de una lámpara producido por los movimientos brutales de Sarah en el piso de arriba). Este hecho hace que algunas escenas se escapen de la comprensión: desconocemos por qué a Miriam no le pasa lo mismo que a sus amantes -al llegar a cierta avanzada edad, pierden su lozanía y se transforman en momias amarillentas, con la consiguiente desesperación de Deneuve-, tampoco sabemos a ciencia cierta qué hace que ella tenga poderes que sus parejas no muestran. Por otro lado, la obsesión esteticista de Tony Scott (como su hermano Ridley, procedente de la publicidad televisiva) es tan radical que algunos momentos son de risa: en uno de ellos, Don Tony enfoca los pies de la vampira con la única motivación de mostrar los botines de diseño que la misma luce. En otro, Catherine Deneuve y Susan Sarandon tienen una escena de cama que parece sacada de un film de David Hamilton tipo "Tiernas primas" y para ilustrar la vampirización a que la primera está sometiendo a la segunda, Scott recurre a la imagen de unos glóbulos rojos danzarines (ja ja ja). Estos desastres puntuales aparte, se entiende que la peli se haya convertido en objeto de culto por los motivos arriba apuntados, aunque la novedad que se pretendía no es tal en esencia: la sangre sigue siendo el leit-motiv del vampiro, y sin ella, todo sigue siendo horror, oscuridad y ansia. Después de todo, Bela Lugosi is not dead...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre me han dado miedo los vampiros, será porque la sangre al estar escondida necesita de ciertas manipulaciones para su aparición en la superficie: enfermedades, analisis, accidentes y como no vampiros. Y encima el vampiro neceista un tu a tu atroz con el humano, el mordisco. Y no un mordisco de dar y soltar, sino uno y bien prolongado para la succión, ahhhh! que miedo! De todas formas ellos tambien merecen vivir, vivan los ajos! y en revuelto con setas y gambas mejor!