sábado, 19 de julio de 2008

PRECIOSAS MENTIRAS

Isabel I de Inglaterra, conocida como la Reina Virgen, no fue la reina-diosa que se aventura en Elizabeth: la Edad de Oro (Elizabeth: the golden age, Shekhar Kapur, 2007), ni desde luego Felipe II fue esa caricatura patiarqueada, afeminada y estúpida que contiene dicho título (rematada además por una horrorosa interpretación de Jordi Mollá). Se comprende que un film de exaltación de la Reina Virgen ensalce principalmente a la Reina Virgen, aunque el director indio Shekhar Kapur tiene el "detalle" de mostrarla en ocasiones en su lado más humano, así en la violenta escena de celos que tiene con su favorita tocaya (la bella Abbie Cornish), que le ha “quitado” a su, en teoría, hombre Walter Raleigh (Clive Owen, vistoso pero pésimo actor). Más aún, es la reina aquí tan magnánima -como seguramente Isabel nunca lo fue-, que será capaz de perdonar a ambos y de asumir de una buena vez que ella sólo debe tener amores con Inglaterra (cosa que, parece ser, la historia también desmiente). O cuando la vemos llorando y desesperada mientras el verdugo, por orden suya, divide en dos cachos a su prima, la intrigante, católica de boquilla, y siempre rival de Isabel al trono de Inglaterra, María Estuardo (una elegante Samantha Morton). Si todas estas falacias pueden tolerarse por divertidas, no se perdona a Kapur que cargue las tintas en rebajar hasta el lodo a los españoles, a los que presenta como un panda de bichos fanáticos, ambiciosos, memos, malos y feos, sobre todo porque a una reina inglesa llena de defectos pero dotada de la mejor de las suertes, más preocupada por dar una imagen que por hacer política, el director la coloca en un pedestal giratorio, la rodea de “flous” y le concede hasta un nimbo.
Recomendable la película, de todos modos, por la manera clásica de narrar que enarbola Kapur -quien, no obstante, conseguiría mejores resultados con su primera Elizabeth (1998)-, la prodigiosa interpretación de Cate Blanchett en el papel de Isabel, que enriquece en lo posible la burda delineación del personaje que se le ha dado; los suntuosos decorados, la iluminación, la fotografía, el vestuario, los maravillosos encuadres y la ambientación. Sin olvidar la aparición de la tan famosa como desgraciada Armada Invencible, memorable en su imaginería (que recuerda la de aquellas delirantes películas de Michael Powell de los años cuarenta).


Una enorme y preciosa mentira, pero...¿acaso no lo es casi todo lo que llamamos cine?

1 comentario:

Anónimo dijo...

jo lo que se aprende leyéndote...
un beso
nieve