lunes, 14 de septiembre de 2009

¿EL TODO O LAS PARTES?

Multipremiada en Sitges, “May” (May, Lucky McKee, 2002) cuenta la historia de una joven ayudante de veterinario (Angela Bettis), aficionada a la costura y bastante rareja, con un pasado más bien traumático a sus espaldas, que al ver fracasar todos y cada uno de sus intentos por encontrar el amor, decide fabricarse un amigo a su medida utilizando medios con ciertos toques de heterodoxia.

Como el personaje protagonista, la película toma elementos de aquí y de allá, del Frankenstein de Mary Shelley, del cine de psycho-killers en general, del a menudo interesante Dario Argento (al que incluso se homenajea mediante una imagen alfileteada de Cristina Marsillach en “Terror en la opera”, Opera, 1987) y hasta del tenderete gótico desplegado por el tándem Tim Burton/Henry Selick, pero, con todo, por obra y gracia del debutante Lucky McKee, el film consigue remontar la esperable condición de pastiche y puede presumir de una estimulante personalidad propia.

El director, en un intento por dejar bien definido a su personaje, explora a éste y a su universo con sumo cuidado, deteniéndose en una espeluznante muñeca “única amiga” intocable por estar encerrada en una caja de cristal y porque así lo ordenó mamá-mater tenebrarum en el pasado, en la indumentaria que May se fabrica a base de parches, en ese ojo de fuerte vocación estrábica que hace a May distinta desde la infancia, en su timidez superlativa y su gusto tirando a mórbido por las partes anatómicas, humanas o no, así las manos de Adam (Jeremy Sisto), el cuello y el lobanillo de Polly (Anna Faris), el pelaje del minino Loopy, etc. El en principio inofensivo deambular de May por la pantalla se ve abocado a la crisis al enfrentarse con un entorno formalmente ansioso de extrañezas pero incapaz de aceptar, mucho menos de querer, a la auténtica extraña que ella representa. Como resultado de este choque de mundos divergentes, May deviene psycho-killer, al tiempo que se inicia a la edad adulta mucho más bella y socialmente habilidosa que la de partida.

Obra distribuida en nuestro país con toda la pena y ninguna gloria, rebosante de un humor negrísimo, muy bien interpretada, sobre todo por una sobrecogedora Angela Bettis que después se perdería en la indigencia del “Carrie” televisivo (Carrie, David Carson, 2002) y una Anna Faris deslumbrante en la piel de una desternillante y magnética ninfa lésbica, sólo me resta concluir señalando que esta opera prima maldita y con aureola de “picadillo de videoclub” contiene uno de los finales más alucinantes/alucinados que este servidor haya podido ver en los últimos años.

Ah, oye, y si un día, por casualidad, te topas con May….¡protege tus partes!

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