viernes, 6 de abril de 2007

FLORENCE, QUEEN OF BLOOD

Probablemente Florence Marly (Obrnice, antigua Checoslovaquia, 1919-Glendale, California, 1978) sólo pasará a la historia del cine por haber sido pareja fílmica de Humphrey Bogart en una de sus menos notables películas ("Secuestro", Tokyo Joe, Stuart Heisler, 1949) y, sobre todo, por su breve pero inolvidable interpretación en "Planeta Sangriento" (Queen of blood, Curtis Harrington, 1966), una película barata, equivalente fílmico del monstruo de Frankenstein en cuanto a que se compuso a base de trozos de una película rusa de ci-fi que Roger Corman, el productor, había adquirido a precio de saldo, que traslada el mito vampírico al espacio y en la cual encontrarían sustento (vampírico también) directores muy famosos como Ridley Scott ("Alien, el octavo pasajero", Alien, 1979) o Tobe Hopper ("Fuerza Vital", Lifeforce, 1985).
De la vida de esta actriz, llena de acontecimientos en verdad curiosos, a destacar que el nombre que le tocó al nacer fue el de Hana Smekalova, que iba para cantante de ópera, hasta que su vocación se torció cuando el director francés Pierre Chenal la descubrió mientras estudiaba arte y literatura en La Sorbona y la hizo su esposa y su actriz. Que huyó del nazismo tras la invasión de Francia y se refugió en Argentina; que, posteriormente, después de pasar una temporada en Hollywood, adonde había sido exportada para satisfacer esa continua demanda de exotismo que haría grandes a Garbo, Dietrich o Lamarr, fue acusada de comunismo al confundirse su nombre con el de la cantante de club Anna Marly, baldón aclarado con posterioridad y restituida Florence a Hollywood; que, divorciada de Chenal, casó con un conde austríaco, o que compuso la banda sonora de Tokyo Joe e incluso escribió el guión y la partitura de una no muy buena película de ciencia ficción, The space boy (1973).
Pero su gran obra, de cara al forofo de la ciencia ficción y el terror cinematográficos, es la ya mencionada Queen of Blood, donde ella era la vampira espacial, a la que un grupo de inconscientes astronautas humanos, entre los que reconocemos a unos jóvenes John Saxon o Dennis Hopper, rescataban y acogían en su nave, y a los que, a modo de singular agradecimiento, iba seduciendo-desecando golosamente...hasta que ella misma encontraba la muerte a manos/uñas de la única tripulante femenina de la nave (Judi Meredith). Su aura sería guiñada por Tim Burton en la más bien divertida Mars Attacks! (1995), en la que una marciana llena de curvas, como Florence, pero mucho más literalmente devoradora de hombres (bueno, al menos de Martin Short jaja), la siempre enloquecida Lisa Marie, lucía un look semejante. Pero esa imagen no habría sido jamás homenajeada si no hubiese quedado en el recuerdo colectivo la verde criatura reclamando acceso a las venas de sus víctimas, en escenas de horror de bolillos, en las que la transformación de Florence en monstruo seductor, sus miradas y su sonrisa hipnóticas dirigidas a víctimas y a espectadores, la suavidad malsana de sus movimientos, sus labios y su lengua relamiente hasta lo turbador, su recreo digno de gourmet mientras saborea el preciado rojo alimento de las muñecas y los dedos masculinos constituyen pinceladas maestras del erotismo bizarre. Esta reina extraterrestre, terrible y frágil (hemofílica como otras reinas), ponedora de huevos como digna alien, invasora pero sólo merced a su premiosa necesidad de supervivencia, sigue siendo magnífica cuando yace muerta, y hasta suscita compasión, y odio hacia la barbie-girl Meredith, su (humana) asesina.
Florence Marly nos dejó realmente con apenas sesenta años, cuando la muerte le propinó un arañazo en forma de ataque al corazón. Recuérdese su nombre, y ansíense sus acercamientos a nuestra memoria, flaca y desagradecida en ocasiones como la que nos ocupa.

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