jueves, 24 de mayo de 2007

MECASMO Y CUENTA NUEVA

De "Crash" (Crash, David Cronenberg, 1996), poco se ha sabido desde su estreno hace ya unos cuantos años. En su día ganó la Mención del Jurado del Festival de Cannes y algunos premios en Canadá, patria de Cronenberg, pero cierta crítica la embistió acusándola de fría y vacua, cuando curiosamente en Estados Unidos recibió la clasificación equivalente a la antigua X española, algo debido precisamente a sus escenas "calientes". Parte de razón no le faltaba a ese sector de crítica, pues efectivamente la película es fría, porque debe serlo, y desde luego, no tiene nada de vacua: tiene, eso sí, una fotografía en tonos grises y metálicos que fomenta esa frialdad, unas escenas de sexo desapasionado que transcurren en automóviles, si son hechos cisco mejor, y un abandono del ser humano a la aventura de un placer inhumano, el que proporcionan las máquinas, los accidentes, la carne torturada, las heridas, los miembros amputados, etc. Basada en una novela de J. G. Ballard titulada del mismo modo, el mundo de ésta encaja a la perfección con los postulados habituales del cine de Cronenberg, como ya ocurría en otras adaptaciones literarias por parte de aquél ("El almuerzo desnudo", The naked lunch, 1991, sobre la novela de Burroughs a la cabeza) y por supuesto en sus guiones originales (sobre todo Videodrome, 1983): la evolución del ser humano hacia nuevos estadíos, la búsqueda de la "nueva carne", que en este caso va a ser fruto de la aproximación y la fusión de organismo y máquina. El medio, el orgasmo mecánico, casi el "mecasmo" del que hablaba John T. Sladek. La razón, el hastío por ver agotadas y descompuestas las relaciones humanas, el aburrimiento incluso por estar vivos: los protagonistas copulan entre sí sin distinciones y en medio de hierros más o menos retorcidos, Holly Hunter con James Spader, éste con Elias Koteas -aquí sin sus tortugas-ninja- y con Rossana Arquette, y sobre todo con los aparatos ortopédicos de ésta; Holly también goza a Rossana, Elias Koteas y Deborah Kara Unger (las dos presencias más inquietantes de la película) se lo hacen con todos, etc. La filosofía de lo que ocurre y va a ocurrir la posee el personaje de Elias Koteas, Vaughan, quien perseguirá y hallará la muerte, claro está, en un accidente de automóvil, pero se especula y se deja bien claro que para renacer a otro nivel, lo mismo que va a intentar sin éxito el matrimonio protagonista (Spader y Unger) en uno de los finales intelectualmente más perturbadores que haya dado el cine, más que por lo que expone (la pareja folla maltrecha junto a su coche destrozado), por lo que se prevé ocurrirá fuera de pantalla: "la próxima vez será" es la frase final.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hacer caso a esta crítica es eso y más, es una ayuda, incluso, voy a más de más, en la mesita de noche para cualquier duda, rezar y rezar porque todo está en todo, máquina y hombre? No! Creación! Fdo.-Un criticón.

alpoco dijo...

Ya le he encargado a la mula la película en cuestión. Cuando la haya visto prometo aportar mi crítica.