domingo, 7 de septiembre de 2008

AMOR LOCO

Basada en los diarios de la segunda hija de Victor Hugo, “Diario íntimo de Adèle H.” (L’histoire de Adèle H., François Truffaut, 1975) es una de las mejores y menos conocidas películas de su director.
En ella encontramos a Adèle (Isabelle Adjani) amorosamente obsesionada por un tal teniente Pinson (Bruce Robinson) que no la corresponde, y al que sigue y persigue por la geografía mundial. En este periplo, Adèle arremete contra todos los códigos sociales impuestos a la mujer de su tiempo: viaja en soledad a otro continente a la búsqueda y captura de un hombre, cambia de identidad una y otra vez (entre ellas destacable la de su hermana Leopoldine, ahogada junto a su marido algunos años antes), se finge embarazada, almohadón mediante, con el fin de comprometer a Pinson; se viste de hombre, ofrece dinero a Pinson a cambio de sus favores sexuales o incluso llega a enviarle una prostituta en su nombre que, por cierto, el individuo acepta.
Perdida ya cualquier esperanza de éxito en sus pretensiones de conquista, H. termina su historia perturbada, sucia, fantasmagórica y sola en unas calles extrañas de Barbados, en un estado que podríamos muy bien llamar “fondo del arroyo”.
¿Pero qué es lo que motiva la aventura al límite de Adèle? Hay quien dice que se trata de un caso de inteligencia fracasada, a la manera de José Antonio Marina. Muy dotada para las artes (música y literatura), Adèle prefiere vivir siguiendo un ideal plenamente romántico que termina superándola y conduciéndola a los abismos de la locura (moriría en un sanatorio francés para enfermos mentales en el año 1915, nada menos que a los 85 años). A ello contribuye, sin duda, el deseo de creación de una vida/obra de su exclusiva propiedad lejos de la poderosa estela de su padre, el escritor Victor Hugo, a quien en la película no se llega a nombrar por expreso deseo de sus herederos: la historia de su lejana pariente es aún considerada vergonzosa por aquéllos.
Adèle es también el paradigma de un amor que gira en torno a sí mismo, una “amante del amor” fanática y espiral, muy en la línea de Truffaut, quien precisamente unos años antes había dirigido un film de amor tan delirante como "La sirena del Mississipi" (La sirène du Mississipi, 1969) y un par de años después dirigiría otro tal cual titulado “El amante del amor” (L'homme qui aimait les femmes, 1977). Sintomáticos, a este respecto, la completa incapacidad de Adèle para aceptar el rechazo y aun el desprecio continuos de Pinson, y sobre todo, el momento en el que nuestra heroína, ya enajenada, pasa junto a su teniente…¡y no lo reconoce!
Excelente la fotografía de Néstor Almendros, consiguiendo con una gama de tonalidades fuertes (entre las que destacan unos intensos rojos y naranjas) ilustrar la pasión fogosa que devora a Adèle.
Igualmente remarcable el trabajo de una juvenil y bellísima Isabelle Adjani, quien parece vivir el personaje en la que muchos dicen sería una de las grandes interpretaciones de los años 70, nominada al oscar en su edición de 1975, pero, por desgracia, no “won”. A señalar, como otra de las claves de la película, que Truffaut se enamoró de Adjani durante el rodaje, cosa que se nota en la omnipresencia que se le concede a la actriz y en otro de los momentos cumbres de esta película hermosa como pocas, aquél en que una Adèle automatizada por la obsesión cree reconocer a Pinson y éste resulta ser, para chasco de aquélla, otro oficial encarnado por Truffaut. Conmovedora la mirada cautivada de éste mientras Adjani se aleja rumiando un amor que a él no le corresponde.

Termino con la frase de los "Diarios" de Adèle Hugo que enmarca el film:

Eso tan increíble de hacer, que una joven cruce el mar, que pase del viejo mundo al nuevo para reunirse con su amante, yo lo haré…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu lo has dicho, es el paradigma del amor loco... preferiblemte para ser leido o visto en film que para ser vivido...pobre Adele Hugo...creo interiorizó la forma de hacer literaruta de su padre, Victor Hugo, me recuerda "Notre Dame" de Paris con Esmeralda y el Jorabado. Un libro precioso
- un placer leerte-
mariposa

antonio calvo dijo...

Gracias, Macaón. Y sí, has dado en el clavo, Adèle acabó viviendo un libro de su padre,como un personaje más. El amor, cuando es enfermizo, te diluye en dimensiones insospechadas (el infierno, sin duda).
Besos al vuelo